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Federico García Lorca y «El pequeño vals vienés»


« Pequeño vals vienés » fait partie du recueil de poèmes « Poeta en Nueva York » (« Poète à New-York ») (composé dans les années 1929-30) du poète andalou Federico García Lorca. Il se trouve dans la neuvième section du recueil, «Huida de Nueva York (Dos valses hacia la civilización) » (« Fuite de New-York (Deux vals vers la civilisation) » ; section justement composée de deux vals (l’autre étant « Vals en las ramas »).


Federico García Lorca avait un lien très fort avec la musique : il reçut une formation musicale dans sa prime jeunesse, notamment avec Antonio Segura, et était proche du compositeur Manuel de Falla. Federico savait jouer de la guitare, du piano et chanter un large répertoire de chansons populaires espagnoles, ce qui avait pour effet d’ensorceler son public. Très connaisseur de la musique classique, il s’inspire par exemple d’une cantate de Jean-Sébastien Bach pour sa pièce « Bodas de sangre ». Il allie ça à une connaissance de la culture traditionnelle très profonde, notamment à travers les « Nanas infantiles » (chansons que l'on chantonne aux enfants pour qu'ils s'endorment), sur lesquelles il écrivit d’ailleurs une conférence.




Et ce lien avec la musique est aussi visible dans toutes les fois où ses poèmes ont été repris pour les mettre en musique, comme c’est justement le cas avec « Pequeño vals vienés », interprété, pour ne donner qu’un exemple, par Leonard Cohen, en anglais :


Pour connaître le véritable Federico, faire l’impasse sur la place de la musique dans sa création est impossible.




Poème : Pequeño vals vienés

En Viena hay diez muchachas, un hombro donde solloza la muerte y un bosque de palomas disecadas. Hay un fragmento de la mañana en el museo de la escarcha. Hay un salón con mil ventanas. ¡Ay, ay, ay, ay! Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals, de sí, de muerte y de coñac, que moja su cola en el mar.


Te quiero, te quiero, te quiero, con la butaca y el libro muerto, por el melancólico pasillo, en el oscuro desván del lirio, en nuestra cama de la luna y en la danza que sueña la tortuga. ¡Ay, ay, ay, ay! Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos donde juegan tu boca y los ecos. Hay una muerte para piano que pinta de azul a los muchachos,


hay mendigos por los tejados, hay frescas guirnaldas de llanto. ¡Ay, ay, ay, ay! Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mío, en el desván donde juegan los niños, soñando viejas luces de Hungría por los rumores de la tarde tibia. Viendo ovejas y lirios de nieve por el silencio oscuro de tu frente. ¡Ay, ay, ay, ay! Toma este vals del «te quiero siempre».

En Viena bailaré contigo


con un disfraz que tenga cabeza de río. ¡Mira qué orilla tengo de jacintos! Dejaré mi boca entre tus piernas, mi alma en fotografías y azucenas, y en las ondas oscuras de tu andar quiero, amor mío, amor mío, dejar, violín y sepulcro, las cintas del vals. (Edición de Andrew A. Anderson)



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«Pequeño vals vienés» forma parte del poemario «Poeta en Nueva York» (compuesto en los años 29-30) del poeta andaluz Federico García Lorca. Se encuentra en la novena sección del poemario, «Huida de Nueva York (Dos valses hacia la civilización)» ; sección precisamente compuesta por dos vals (la otra es «Vals en las ramas»).


Federico García Lorca tenía une relación muy estrecha con la música: recibió unaDRAFTJS_BLOCK_KEY:8vrl3 formación musical durante su primera juventud, en particular con Antonio Segura, y era cercano al compositor Manuel de Falla. Federico sabía tocar la guitarra, el piano y cantar un amplio repertorio de canciones populares españolas, lo que hechizaba a su público. Muy conocedor de la música clásica, se inspira, por ejemplo, de una cantata de Bach para su obra teatral «Bodas de sangre». Lo combina con un conocimiento de la cultura tradicional muy profundo, especialmente a través de las «Nanas infantiles», sobre las cuales escribió una conferencia.


Esta relación con la música también es visible por todas las veces en las que sus poemas fueron puestos en música, como es precisamente el caso con «Pequeño vals vienés», interpretado, para dar sólo un ejemplo, por Leonard Cohen, en inglés:




Para conocer al verdadero Federico, eludir la importancia de la música en su creación es imposible.


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